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miércoles, 16 de enero de 2013

LAS SOLEDADES Y SANBORNS



¿Cuantas veces he escuchado a tantos padres advertir a sus hijos que se limiten a observar y callar por temor a que cometan una indiscresión? ¿O cuanta gente hay en el mundo silenciada, callada, que no dice lo que tiene que decir y mucho más gente que generalmente no tiene nada que decir pero no puede estar callada y por lo tal solo habla mierda?

Recuerdo que desde que era un niño pequeño siempre fui taciturno, callado. Nunca me limité, su no que me obsesioné con observar, prestar atención, estar alerta con lo que sucedía frente a mis ojos y se escuchaba en mis oídos. Crecí con esa obsesión que ahora llamo un don porque he llegado a descubrir que observar y escuchar es alimentarse, aprender, iluminarse y trascender. Aunque a decir verdad soy más visual que auditivo y debido a ello aprecio o aborresco personas, entornos e ideas.

Hace diez años, caminando por el viejo centro de la heroica Puebla de Zaragoza (Aunque los snobistas locales insistan en llamarla Puebla de los ángeles porque suena más refinado y no los hace sentirse prole), inmerso en la profundidad del abismo de mis soledades, al no tener amigos, ni conocidos, y mucho menos un amante con quien derrochar mis sueños e ilusiones, una de tantas tardes entré a un viejo café por el cuál siempre sentí apatía pero que en aquél entonces por extraña razón me llamó.

¿Qué era lo que yo buscaba? ¿Qué sería lo que necesitaba? Ahora no puedo recordarlo. Solo se que me sentía desesperadamente solo y llevaba varios días sin cruzar una sola palabra con nadie a no ser que diera las gracias, pidiera una cuenta o llamara por telefono a alguien. Me sentía tan solo, vacío, tan falto de no se qué, que simplemente decidí entrar en aquél café y de pronto, iluminado, descubrí que no nada más era yo el que se sentía así. De ello, de a donde me llevó la soledad y lo que observé, salió esto que ahora les comparto:

          "Uno siempre va caminando solo y es así, a solas, que llegando siempre a alguna parte se topa con más soledades como la de la mujer que llega al café, desconsolada, tratando de pedirse ayuda a si misma, o o la del hombre que llega, toma asiento, ordena un spaghetti, lo devora y después simplemente abre una bolsa de nylon negro y extrae de ella una revista la cual comienza a hojear hasta encontrar en ella algo de su satisfacción para leer. Se come por lo mientras un pan.

En ese mismo café también se encuentra una mujer sentada en un rincón, mujer la cuál no cesa de prender fuego para encender un cigarrillo y fumarlo mientras observa con detalle a los demás preguntándose ¿qué harán? ¿Porqué están solos y porqué están acompañados?

Hay una soledad que es la del hombre delgado que, serio, observa por un momento a su alrededor llevándose la mano a la quijada, tocando sus labios con el dedo índice mientras medita para entonces bajar la mirada y volver a comenzar a escribir. ¿Será un poeta?

Y el hombre que lee la revista mi miera, la mujer que ha encendido su cigarrillo y no para de fumar me observa y el hombre que escribe me ve mientras que yo, intimidado, solamente me limito a escribir sobre ellos y sus soledades, tomando como cómplice a la soledad misma que esta tarde, en este café, también a mi me acompaña."

Omar Tarsis Berzeg,
Septiembre 19 del 2002.

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