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viernes, 20 de enero de 2012

SAM IN CHAINS


Eres un monstruo que deseo que me coma, encerrado en el armario.

Eres ese pensamiento vuelto fantasma que viene a mi mente cuando el mundo me trastorna.

Eres ese dolor, ese tormento, ese temible recuerdo de lo que fue el ayer, de lo que no sucedió, lo que quedó trunco...

Recuerdo amargo de que alguna vez tuve una ilusión.

martes, 17 de enero de 2012

El gato que se cree león.


Pasando un rato en el banco, en espera de que el turno de mi acompañante fuera anunciado, decido salir un poco, recargarme en un pilar de el salón de cajeros automáticos y observar el mundo desde allí. Aparece un antiguo conocido, que desde la entrada me ve y que, al verme voltear hacia él para saludarlo, voltea la vista, ignorándome, pretendiendo hacer que no me conoce. Por un momento siento una terrible sorpresa, una frustración inaudita por su indiferencia. Pasa frente a mi, gallardo, como si no supiera quien soy. Me doy cuenta de cómo actúa dentro del banco, con la cabeza en alto, sin voltear a mirar a nadie, como si él fuera la única persona en el lugar. Es un hombre de familia decendiente de españoles; gachupines serranos que producían quesos y que huyeron a México durante la guerra. Es un hombre perteneciente a una familia en quiebra y que se ha casado con una rica heredera divorciada la cuál le ha dado la vida que ahora tiene. No dejo de mirarlo con insistencia. Pasa a la caja, hace sus transacciones, voltea y me ve desde allí, como cerciorándose de si estoy o no. Voltea la mirada hacia otro lugar, respira profundamente y sale nuevamente pasando justo frente a mi, a centímetros de distancia, ignorando que estoy presente, fingiendo que no me conoce y yo respirando quizás menos profundo que él, me doy cuenta que he descubierto que el león no es como se pinta, mientras sonrío y pienso en lo que ahora mismo termino de escribir.

Esos son los pequeños sucesos miserables de la vida que son más notorios viviendo la vida en la provincia.

El indio y la extranjera.


Un hombre joven, quizás de unos 25 o 28 años, de rasgos indígenas pero bien vestido, llega al banco acompañado de una extranjera blanca, rubia, causando que todas las miradas se vuelvan hacia él. Las mujeres jóvenes, principalmente de rasgos indígenas, popolocas, miran a la extranjera con insistencia; en sus ojos se notan la admiración, los celos, la envidia y la admiración. Es extraño, pero en el fondo, al observarlas, se puede notar que quisieran ser como ellas. Algunas se cubren los brazos, como queriendo esconder su piel morena. Otras se acomodan el cabello, algunas se miran los pies tras vérselos a ella, avergonzadas. Puedo darme cuenta que la fuereña quizás no nota pero el hombre mexicano que la acompaña se siente gallardo al darse cuenta de lo que sucede. A él se acercan unos amigos, quienes lo saludan y provocan que la mujer los de un beso en el saludo, como queriendo hacer saber a los demás que ellos forman parte de ella, que ellos también son dignos de la admiración de las demás personas que no dejan de observar. Finalmente el mexicano de razgos indigenas y facha indie, decide que no puede esperar más. Se despide de los amigos, se marcha con la extranjera que, por su facha desaliñada, las sandalias, el pantalón de los 90's que bien pudo ser comprado en un mercado de pulgas, bien podría ser una gringa de clase baja de Tenessee, Texas o California... Se marchan los dos, seguros. Las cosas vuelven a la normalidad.

Esos son los pequeños sucesos miserables de la vida que son más notorios viviendo la vida en la provincia.