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martes, 17 de enero de 2012

El indio y la extranjera.


Un hombre joven, quizás de unos 25 o 28 años, de rasgos indígenas pero bien vestido, llega al banco acompañado de una extranjera blanca, rubia, causando que todas las miradas se vuelvan hacia él. Las mujeres jóvenes, principalmente de rasgos indígenas, popolocas, miran a la extranjera con insistencia; en sus ojos se notan la admiración, los celos, la envidia y la admiración. Es extraño, pero en el fondo, al observarlas, se puede notar que quisieran ser como ellas. Algunas se cubren los brazos, como queriendo esconder su piel morena. Otras se acomodan el cabello, algunas se miran los pies tras vérselos a ella, avergonzadas. Puedo darme cuenta que la fuereña quizás no nota pero el hombre mexicano que la acompaña se siente gallardo al darse cuenta de lo que sucede. A él se acercan unos amigos, quienes lo saludan y provocan que la mujer los de un beso en el saludo, como queriendo hacer saber a los demás que ellos forman parte de ella, que ellos también son dignos de la admiración de las demás personas que no dejan de observar. Finalmente el mexicano de razgos indigenas y facha indie, decide que no puede esperar más. Se despide de los amigos, se marcha con la extranjera que, por su facha desaliñada, las sandalias, el pantalón de los 90's que bien pudo ser comprado en un mercado de pulgas, bien podría ser una gringa de clase baja de Tenessee, Texas o California... Se marchan los dos, seguros. Las cosas vuelven a la normalidad.

Esos son los pequeños sucesos miserables de la vida que son más notorios viviendo la vida en la provincia.

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