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viernes, 15 de junio de 2012

LA SEÑORITA ADELINA

       
          Hay vidas que son como los ríos, que poseen un caudal determinado y fluyen con continuidad hasta desembocar en mares, lagunas o incluso en otros ríos, pero también hay vidas que son como los lagos, a veces dulces, salados, salobres, que se crean de depresiones, de impactos, que permanecen tranquilos por fuera pero por dentro pueden ser tan turbios como los ríos, que son engañosos a pesar de parecer  inofensivos. Aunque hay admitir que siempre los hay tempestuosos y sucios, que dentro de sí solo tienen estiércol, basura, porquería. y así, como puedes ser esos lagos, como creemos que pueden ser los ríos, también son las vidas de algunos, que creen que como esas inmensidades de agua engañosa llegarán a fluir por presas, hacia jardines, para embellecerlos al nutrirlos y hacerlos florecer, opacando así  la profunda calma del inmenso lago. Gente que deja correrse en las calles, en las oficinas, las escuelas, en la vida... Con la misma intensidad, con la misma monotonía, pero empudreciéndolo todo inofensivamente.

          La señorita Adelina Garza tiene cuarenta y cuatro años. Hay quienes rumoran que en realidad es mayor, algunos que su edad es inventada, otros que pareciera de edad indefinida, pero lo cierto es que todos opinan, en mayoría, que tiene entre cuarenta y cinco y cincuenta y seis, aunque a decir verdad, por su aspecto, levanta demasiadas habladurías en el pueblo. Tanto buenas como malas, porque los que vivimos en el pueblo -y solo quien ha vivido en pueblos provincianos ha de comprenderlo- no decimos falsedades ni mentiras, pero tampoco todo lo que se rumora es cierto, pues un comentario se vuelve charla, una charla chisme y todo chisme tema de conversación -siempre y cuando el implicado esté ausente-, y eso lo sabe a muy bien la señorita Adelina, quien gusta de destruir a la gente que no está presente con sus amistades. Amistades que también son destruidas en sus ausencias, porque a la señorita Adelina no le importa qué tan allegado a ella sea uno, no. Escupir ponzoña y veneno, criticar a los demás y juzgarlos prejuiciosamente es su único deporte y que hacer favorito en la vida. Ella es auténtica porta voz de toda infamia surgida y voraz al despotricar por su boca todo el veneno que surge de su alma, eso sí, siempre anteponiendo por adelantado un "aquí entre nos" "aquí en confianza" o un "lo se de muy buena fuente" por lo que ella mejor que nadie es imagen viva de lo que relato y vivencia total de a lo que me refiero. 

De tez apiñonada y rostro simple cubierto por notorias pecas, ojos grandes y alegres, nariz afilada y boca grande, de labios gruesos sin forma, que pareciera un deforme elástico cuando está seria; chaparra -quizás de puntas alcance a medir 1.65-, cabello ondulado, rojizo, de risa escandalosa y exagerada y dentadura que deja ver con notariedad que le faltan las segundas premolares de la dentadura y cubiertos de frenos el resto de sus dientes, La señorita Adelina siempre viste de colores vistosos que, a pesar de la fuerza de su colorido y estampados de cada vestimenta, dejan notar su buen gusto, aunque cada prenda desentone con su pequeño y deforme cuerpo así como con su edad.

          La señorita Adelina siempre luce indefinida en su aspecto, por lo que no es raro que por ser indefinida su vida resulte sospechosa. Estudió Francés y se tituló de maestra de idiomas, quizás porque su capacidad intelectual no dio para otra cosa. No le gusta leer, tampoco escribir. Solo compra revistas y deduce lo que acontece por medio de las imágenes. Nunca tuvo novio. Y no porque no quisiera, si no porque a pesar de ser de supuesto abolengo es bastante desaliñada y soez para burlarse cínicamente de los demás, segura de que, si se mete en problemas, su hermano alcoholico en banca rota la defenderá. O su papá. Es por ello, tal vez, que los hombres le huyen, y a pesar de ello tuvo una vez un gran amor, ese hombre apuesto del que siempre estuvo enamorada y de que desde sus días de juventud hasta ahora, que él está casado, ha sido el único al que ella se ha entregado sin temor a las lamentaciones, sin importarle que él duerma en los brazos de otra, que tenga hijos, que no la ame y solo la busque cuando se alcoholiza. A ella eso no le importa, porque estar con él le recuerda que alguna vez hubo alegría en su triste pasado así como aún puede encender esa luz en su oscuro presente, y es que a ciencia cierta aunque pareciera que no y ella sea muy alegre y dicharachera ante los demás, la señorita Adelina no es feliz. Siempre ha odiado mirarse al espejo, desnuda, y contemplar su singular y funesta figura. Siempre ha deseado ser la esposa de un hombre de edad que la mantenga y le de una vida lujosa que siempre ha soñado aunque se presuma ser de la más alta sociedad. Detesta a los niños precisamente porque ella nunca podrá tenerlos. Habla mal de los demás y vive temerosa de lo que los demás puedan hablar de ella. Y, en efecto, nadie dice cosas buenas de ella pues es conocida como una solterona malhumorada y chismosa que se desfoga con hombres más jovenes que ella y que vive atormentada por aquel hombre que dejó tiempo atrás y que solo la engañó para despojarla de su virtud para entonces huir a casarse con otra. Es quizás que por ello la señorita Adelina no puede vivir en paz. No puede y no quiere que los demás vivan tranquilos, por eso juzga a quienes tienen todo aquello que ella quisiera, que ella anhela, sueña y desea. No acepta que su tiempo ya fue y que nunca regresará, por eso aún se viste como una jovencita de veinte, o treinta, o quince.

          Es tan comprensible toda la amargura que destila a pesar de quererla esconder bajo ropas vistosas, accesorios excesivos, risas escandalosas y habladurías de todos los demás... Porque dentro de tanto dolor, de tanta soledad, de tanta auto compasión, hay un infierno abrasador que al mismo tiempo la calcina y la motiva, como si cada día, cada hora, en cada aliento, la oportunidad que nunca llegó aún pudiera llegar... Por eso aún sueña con las mismas cosas que soñó cuando era adolescente... Por eso, a lo mejor, en esa edad, en ese tiempo, inconscientemente se estancó... porque a decir verdad  hay vidas que son como los ríos, que poseen un caudal determinado y fluyen con continuidad hasta desembocar en mares, lagunas o incluso en otros ríos, pero también hay vidas que son como los lagos, a veces dulces, salados, salobres, que se crean de depresiones, de impactos, que permanecen tranquilos por fuera pero por dentro pueden ser tan turbios como los ríos, que son engañosos a pesar de parecer  inofensivos y que se estancan permaneciendo en un solo lugar, embelleciendo aparentemente su entorno, aunque por dentro, contaminándose con el paso del tiempo, ya estén podridos.



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